No más vueltas, rompamos es ciclo

En Deuteronomio 2:1-3 se describe el tránsito de Israel por el desierto, vagando durante cuarenta años sin rumbo y dirección definidos debido a que fueron incrédulos a la promesa que el señor les había hecho de entregarles la tierra prometida de Canaán. A pesar de las grandes señales que Dios le mostro al pueblo de Israel durante el éxodo de Egipto y los años posteriores (las plagas, la apertura del Mar Rojo, El Maná, entre otras) ellos mostraron que en su corazón divagaban y nunca se propusieron como meta alcanzar la  promesa de Dios. Por eso El Señor se molestó mucho con Israel (Salmos 95:10).

En el tercer versículo de Deuteronomio dos, Dios le ordena a Israel detener su marcha cíclica por el desierto y le concede a la nueva generación de israelitas el permiso de conquistar la tierra prometida. La generación anterior había muerto a causa de su incredulidad y su constante rebeldía (Deuteronomio 1: 35-36). Además tenían en su corazón una atadura que lo mantenía ligado a Egipto, a pesar que caminaban con Dios.

Con lo dicho, podemos darnos cuentan de lo triste que fue para Israel que una generación completa le diese la espalda a Dios, a pesar que durante su recorrido Él siempre los respaldó. Como resultado esta generación terminó cavando su propia tumba en el desierto. Este relato demuestra como a veces con nuestras decisiones impedimos que las promesas de Dios se conviertan en una realidad. Ahora es momento de analizarnos un poco como personas y determinar a qué posición pertenecemos ¿Somos de aquella generación que murió en el desierto? O ¿somos del grupo que finalmente alcanzó la promesa de Dios?

Basándonos en el caso de Israel, podemos darnos cuenta como las ataduras pueden ser un obstáculo muy importante para que las promesas de Dios sean un hecho en nuestra vida. En Hechos 7, versículos 38 y 39 se indica que el deseo de volver a Egipto fue el pilar del fracaso de la generación que poco tiempo atrás había abandonado la esclavitud.

Desde los días del éxodo, hasta nuestros tiempos, las ataduras han entorpecido la relación entre Dios y el ser humano. Los efectos negativos de las ataduras pueden llegar a ser múltiples. Mientras como creyentes estemos atados a cosas que se encuentran en el mundo nunca podremos entregarle nuestro corazón a Dios, nuestra fe será enclenque; muy débil, viviremos en una falsa sensación de libertad muy engañosa, nuestro carácter será infantil y no podremos madurar nunca. Con las ataduras nos hacemos más vulnerables a los ataques espirituales y en general a cualquier circunstancia adversa que se presente. Finalmente nos volvemos conformistas, no progresamos y vivimos siempre en el mismo nivel. Terminamos por volvernos personas cíclicas.

Nuestro Señor Dios quiere que como individuos avancemos en nuestra vida espiritual y en nuestro crecimiento como personas. Pero lo más importante, quiere que nuestro corazón este concentrado siempre en Él mientras caminamos de su lado.

Pastor Aurelio de la Ossa

19 de enero de 2014

 

 

Un pensamiento en “No más vueltas, rompamos es ciclo

  1. Hermoso, gracias señor por esta bendición, seguirte a ti es lo mas inteligente que he hecho…….. jiiiijijiiji TE AMO DIOS

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