Conéctividad y receptividad: las claves para el fruto del Señor

Uno de los dones que el señor Jesús tuvo durante su estadía en La Tierra, era su gran capacidad de enseñar, esto con el objetivo de cumplir su propósito de salvar a la humanidad. Uno de los recursos que Jesús usó para enseñar fueron las parábolas. En la Biblia, las parábolas aparecen como un género literario que ilustra la verdad de Dios por medio de relatos cotidianos. Jesús usó parábolas porque Dios quiere que pensemos en lo que él nos quiere revelar.

Para ilustrar algunas verdades de Dios, Jesús relata en Mateo 13: 1-9 la parábola del sembrador; la conocida historia de un hombre que arrojó varias semillas, las cuales crecieron o murieron según el tipo de suelo donde cayeron. Pero que verdad revela la parábola del sembrador. No solo revela una, sino varias. En esta entrega hablaremos de tres de esas verdades.

1- La palabra o el actuar de Dios debe verse reflejado en el corazón humano. Cuando el evangelio llega a la vida de una persona, Dios espera que su palabra tenga efectos en la personal, para que dé resultados, como las semillas que cayeron en buena tierra. En resumen, es la intervención de Dios, por medio de su palabra lo que se convierte en factor determinante en la vida del ser humano.

2- La cosecha o buen fruto en la vida humana siempre será resultado de la conexión entre Dios y el corazón humano. Es por eso que es necesario que el hombre se someta a la voluntad de Dios, para que su palabra se cumpla. Esta condición es fundamental para experimentar milagros.

3- Los seres humanos no fabricamos o emitimos milagros. En realidad somos receptores de milagros. Si bien Dios nos da herramientas para recibir milagros, es nuestra conectividad con El Señor y nuestra capacidad receptiva la que determina recibir un milagro.

Para configurar una buena receptividad hacía Dios, existen cinco claves para lograrlo: Obediencia, fidelidad, paciencia, fe y generosidad.

 

Recuperando la bendición de Dios

Empezaremos esta reseña preguntándole a usted, estimado lector ¿Cuál es su mayor bendición? ¿Se trata de alguna persona u objeto? Como cristianos debemos reconocer al Señor Jesucristo como nuestra mayor bendición. En el contexto bíblico la palabra bendición viene de la raíz hebrea beraka, que se interpreta como bendición del Señor entregada a las personas para mejorar sus vidas. Jesús es la encarnación de esta definición.

Con lo dicho anteriormente podemos afirmar que la presencia de Dios es la principal responsable de que en nuestras vidas existan bendiciones, produciendo que nuestros planes se cumplan y los objetivos trazados se logren. Eso es lo que la Biblia nos muestra cuando la presencia de Dios llevó al éxito a figuras como José (Génesis 39:3) o Nehemías (Nehemías 2:8).

¿Usted cuenta con la bendición de Dios?

Si su respuesta es positiva, eso quiere decir que seguramente cuenta con la presencia del Señor en su vida; trayendo con esto el éxito y la prosperidad de la vida. Pero ¿qué pasa si su respuesta a esta pregunta es negativa?  Si esto es así, el diagnóstico es que algo debe andar mal en su relación con Dios.

La llegada de Jesucristo a la tierra significó que las relaciones entre Dios y el género humano se hicieron más simples. Desde entonces basta con dirigir la mirada a Dios, para que él conforme a su voluntad, se encargue de cambiar nuestras vidas para bien. Es precisamente este sencillo paso lo que muchas personas olvidan cuando buscan una bendición, y así se cae en el error de dirigir la mirada hacía otras personas o incluso de objetos en la búsqueda de la bendición.

El caso del paralitico de Betesda es un ejemplo de lo entorpecedor que resulta para la obra del Señor, que un individuo le apueste a personas u objetos ajenos a Dios para lograr sus objetivos. El comienzo del capítulo 5 del evangelio de Juan nos muestra que el paralitico depositó todas sus esperanzas en un estanque para poder caminar, hasta que finalmente su encuentro con Jesús se tradujo en una bendición verdadera, volver a caminar.

El anterior caso es un llamado de atención a la iglesia cristiana contemporánea para que redirija su mirada a Dios. Algunos creyentes sin darse cuenta han desviado su atención hacía otras personas u objetos que prometen toda clase de beneficios, dando lugar a que las supersticiones ocupen el lugar de Cristo en sus vidas. Jesucristo no quiere que tengamos las frustraciones producidas por tener fe hacía los seres humanos u objetos. Él quiere que confiemos en su poder para transformar nuestra existencia, sabiendo que él es la clave para lograr una bendición, tal cual como lo afirma en Mateo 11:27.

¿Cuándo es el tiempo de la restauración?

Jesus en la Pesca milagrosaMuchas personas esperan un milagro de parte de Dios, y mientras el milagro se produce, entre muchas personas es común que se escuchen frases como “Sera en el tiempo de Dios” sin que en realidad esas personas tengan expectativas reales sobre un milagro.  Pero la realidad es que actitudes como la descrita anteriormente son propias de personas que se han resignado a soportar problemas o creen que Dios los ha abandonado a su suerte.

A pesar de todo, Jesús no ha mostrado que el tiempo de la restauración y los milagros ocurren cuando las personas se proponen a dejar que su fe aflore con toda su fuerza, sin importar las circunstancias que se estén experimentando en ese momento. Durante la estadía de Jesús en la tierra, algunas personas que sintieron su poder restaurador a través de sorprendentes milagros, se caracterizaron por tener una extraordinaria fe y una fuerte confianza en el Señor que rebasó todos los límites de la razón humana. En los evangelios tenemos casos como Bartimeo, el ciego; la mujer del flujo de sangre, o la mujer cirofenicia.

Como no todas las personas desarrollan una gran fe hacía Dios, no todos entienden que Jesús puede hacer un milagro e incluso se pueden convertir en un estorbo para el acto de restauración. Solo recordemos lo que hablamos en nuestra reseña anterior cuando Marta, la hermana del ya fallecido Lázaro, trató de impedir que Jesús abriera la tumba donde se encontraba el cuerpo sin vida de su hermano, ignorando lo que estaba a punto de suceder (Juan 11:39). Incluso puede pasar que las personas se nieguen a creer en la restauración, aun cuando el milagro ya se ha producido,  como la vez que algunos miembros de la iglesia de Jerusalén se negaban a creer que Pedro había sido liberado de la cárcel, pensando que el apóstol aún se encontraba detenido (Hechos 12:5 y 12:13-15).

Creer en el poder restaurador del Señor puede marcar la diferencia para que una persona experimente un milagro, como sucedió con Simón/Pedro durante la conocida pesca milagrosa. Al preguntarnos como fue esto posible, hay que tener en cuenta varios puntos.

1- Simón/Pedro respondió al llamado que Jesús le hizo cuando le propuso volver a intentar la pesca milagrosa. (Reacción a la palabra profética).

2- Simón/Pedro contó con la presencia del Señor, lo cual hace posible que se den milagros.

3- El futuro apóstol se tomó el trabajo de agradecerle al Señor Jesús el milagro que había realizado.

 

Reseña correspondiente a la prédica del domingo 3 de agosto de 2014.