Para ser un gran ministro, hay que conocer a Jesús

Todos los cristianos estamos llamados a servir a nuestro Señor. Dios espera de nosotros nuestra total disposición para el servicio y que realicemos su obra con gran pasión. Sin embargo, nadie se convierte en ministro de Dios de la noche a la mañana. Existen al menos dos etapas a desarrollar en la vida cristiana para desarrollar la gran comisión.  Sigue leyendo

Predicar el evangelio: la esencia del ministerio

En la primera carta a los Corintios, Pablo contaba como su servicio a Dios le obligaba de la manera mas desinteresada a predicar el evangelio. Nadie obligaba a Pablo a predicar excepto la pasión que sentía por la obra de Dios, y se acercaba a cualquier persona sin importar que fuese judío o gentil. Sigue leyendo

Conéctividad y receptividad: las claves para el fruto del Señor

Uno de los dones que el señor Jesús tuvo durante su estadía en La Tierra, era su gran capacidad de enseñar, esto con el objetivo de cumplir su propósito de salvar a la humanidad. Uno de los recursos que Jesús usó para enseñar fueron las parábolas. En la Biblia, las parábolas aparecen como un género literario que ilustra la verdad de Dios por medio de relatos cotidianos. Jesús usó parábolas porque Dios quiere que pensemos en lo que él nos quiere revelar.

Para ilustrar algunas verdades de Dios, Jesús relata en Mateo 13: 1-9 la parábola del sembrador; la conocida historia de un hombre que arrojó varias semillas, las cuales crecieron o murieron según el tipo de suelo donde cayeron. Pero que verdad revela la parábola del sembrador. No solo revela una, sino varias. En esta entrega hablaremos de tres de esas verdades.

1- La palabra o el actuar de Dios debe verse reflejado en el corazón humano. Cuando el evangelio llega a la vida de una persona, Dios espera que su palabra tenga efectos en la personal, para que dé resultados, como las semillas que cayeron en buena tierra. En resumen, es la intervención de Dios, por medio de su palabra lo que se convierte en factor determinante en la vida del ser humano.

2- La cosecha o buen fruto en la vida humana siempre será resultado de la conexión entre Dios y el corazón humano. Es por eso que es necesario que el hombre se someta a la voluntad de Dios, para que su palabra se cumpla. Esta condición es fundamental para experimentar milagros.

3- Los seres humanos no fabricamos o emitimos milagros. En realidad somos receptores de milagros. Si bien Dios nos da herramientas para recibir milagros, es nuestra conectividad con El Señor y nuestra capacidad receptiva la que determina recibir un milagro.

Para configurar una buena receptividad hacía Dios, existen cinco claves para lograrlo: Obediencia, fidelidad, paciencia, fe y generosidad.

 

Intimidad con Dios: El camino para una plenitud verdadera

Tener una relación íntima con Dios significa darse cuenta que la vida en abundancia nunca será encontrada en otra persona. Tengo una confesión. Me gusta películas para mujeres, películas en donde el Señor Correcto conoce a la Señorita Correcta, se enamoran, experimentan una crisis que rompe su relación y luego se reconcilian con un beso.

Me gustan estas películas porque le hablan a un lugar muy profundo en mí que añora por amor romántico. Sin embargo, sé que nunca encontré satisfacción total aunque pueda experimentar el amor romántico de las películas porque no es la máxima ambición de la humanidad o el zenit de la plenitud. Si fuese así, entonces habría una orden en las escrituras para amar románticamente y este sería nuestro mayor llamado. En lugar de eso, nuestro mandato es amar a Dios sobre todas las cosas (Mat. 22-37-40). En Su amor, podemos encontrar plenitud que ningún humano pueda proveer.

Tome estos pasos para ayudarse a que experimente una relación de amor íntimo con Dios:

Paso Uno: Abrace la verdad de que la intimidad con Dios no tiene contendientes.

Una amiga estaba solitaria y frustrada porque Dios no le había cumplido su mayor deseo: un esposo. Nunca se había casado y tenía 40 años, estaba cansada de orar y de esperar y esperar, pero más que todo ella estaba convencida que su vida tenía algo menos. Ella decía enfáticamente que: “¡Estar soltera no es tener una vida abundante!”.

Definitivamente en algunas ocasiones me identifico con las emociones de su corazón dolido por sentirse como la única chica sin acompañante al baile de graduación. Siento empatía con su soledad, sus lágrimas cuando tarde en la noche solo Dios puede escuchar sus multitudinarias oraciones por un hombre del que ella no está segura si existe. Pero la ausencia de una vida abundante que ella desea.

Nuestra conversación me mandó corriendo por mi Biblia donde encontré Juan 10:10.

“El ladrón viene a robar, matar y destruir, pero Yo he venido para que tengan vida y en abundancia.”

La palabra vida brincó de la página. Tuve que buscar su significado. En la definición, encontré la receta para la enfermedad del corazón de mi amiga: Dios mismo es la vida abundante que ambas buscamos – no la relación con un hombre. La palabra griega para vida es zoe (el lenguaje original) y significa: “vida, refiriéndose al principio de vida en el espíritu y el alma. (mi énfasis) [Zoe es] la máxima expresión de lo que es Cristo, lo que le da a los santos.

Vida. Dentro de mí. Dentro de ti. En el espíritu. En el alma. Dada por Dios. La mayor bendición que podemos tener de parte del cielo. Cristo mismo.

El primer paso para desarrollar una relación de amor íntimo (y pleno) con Dios es admitir que la vida abundante que Él prometió nunca será encontrada en otra persona. En su lugar, como la definición de zoe (vida) demuestra, la verdadera vida abundante es interna y es encontrada en Cristo únicamente.

No me malinterprete; Dios nos creó para que experimentáramos el amor humano, y el romance puede agregarle a la vida una dimensión hermosa. Pero el amor romántico nunca podrá superar una relación de amor íntimo con Dios. Sinceramente, a Dios le agrada de esta manera porque Él no quiere contendientes por tu corazón; Él es celoso por tu afecto (Ex. 34-14).

Paso Dos: Acepte que una relación plena de amor íntimo con Dios es personal.

Algunas cosas con Dios son tan personales, tan íntimo, que no puede ser descrito con palabras, solo pueden sentirse con el corazón. Así es la verdadera intimidad con Dios; sentimos que nadie más puede verdaderamente entender el lazo especial que compartimos con Él porque es personal.

Esto describe mi relación con Cristo. Él me ha consolado cuando he llorado, me ha dirigido, enseñado, regañado, guiado y amado. Hubo momentos en los que a veces pensé que mi corazón puede explotar de emoción por Él ¿Quién debería entender lo profundo de mi relación con Él sino yo y mi Salvador? Esto es verdadera intimidad con Dios: cuando sentimos que nadie más puede totalmente entender, incluso si  tratemos de explicarles, porque la relación con Dios es personal.

Si nunca te has comprometido a una relación personal con Él, esta relación no está cargada con requisitos difíciles y deberes religiosos. Él no te pide que cambies antes de comprometerte con Él; Él solo pide que vengas como eres, confieses tus pecados a Él, reconozcas que necesitas que tus pecados sean perdonados y aceptes Su regalo del perdón que Él te ha ofrecido a través de su muerte en la cruz (Mat. 27-:1-66, 2 Cor. 5:21). Después de haber hecho esto, puedes empezar una conversación de por vida con Él lo que forma parte abundante de zoe.

Paso Tres: Hable con Dios

Exactamente como una relación con otra persona requiere de conversación, entonces relación con Dios es igual. Conversar con Él ocurre a través de la lectura de la Biblia (Su mayor manera de comunicarse con aquellos que le aman) y la oración (una conversación en ambos sentidos entre usted y Dios).

Cuando oras, Dios no está preguntando por una formula; Él tampoco pretende que seas algo que no eres. Él no solo quiere que lo adores, que nunca le pidas nada, o que digas frases en particular para que suenes “religioso.” En lugar de esto, Él solo quiere que le digas lo que hay en tu corazón  y mente, así como lo harías con un amigo de confianza (1 Pedro 5:6-8)

Mientras oras, vas a aprender a escuchar la voz de Dios, así como dijo Jesús dijo aquellos que le conocen la reconocen  (Juan 10:27-29). Sin embargo, recuerde que toma tiempo aprender a escucharle con exactitud. A veces sabrás que Él está hablando a través de su Santo Espíritu, otras veces no estarás seguro. Pero entre más entiendas quien es Dios por medio de su Palabra y tu mente sea transformada, más vas a poder discernir cuando Él te está hablando y cuando no lo está haciendo (Rom. 12:2).

Paso Cuatro: Pasa tiempo con otros que creen en Cristo

Cuando miro hace atrás en mi relación con Jesús desde que lo conocí hace 20 años atrás, no estoy segura donde estaría sin otros preciosos creyentes que me enseñaron una foto de Él.

Una mujer hizo amistad conmigo y me enseñó tremendamente sobre Cristo. Ella me enseñó Su amor; leía la Biblia (Su Palabra) conmigo, me animaba y oraba por mí. Sin su cuidado y preocupación, no estoy segura como hubiera manejado muchas de las adversidades que enfrenté durante una temporada oscura en particular.

Porque estando en una relación cercana con otros que le Conocen es parte vital para desarrollar una relación íntima de amor con Él, Jesús oró que aquellos que le conocen puedan experimentar las misma unidad que Él experimenta con Su Padre. Yo experimenté esto con mi amiga.

Si no conoces a nadie que pueda desarrollar una relación cercana a esta magnitud, alcanza a otros. Pregunta por un guía espiritual, conviértete en parte de un estudio bíblico en una iglesia creyente de la Biblia, o únete a un grupo de discipulado cristiano.

Paso Cinco: Se paciente

Por último, recuerda que desarrollar intimidad con otra persona toma tiempo, igualmente lo es una relación con Dios. Conforme creces en confiar en Él y creer más y más lo que dice en Su Palabra, tú amorío con Él se convertirá cada vez más satisfactorio y la abundante de zoe crecerá dentro de tu espíritu y alma.

Por Shana Schutte (2009)

Fuente: Enfoque a la Familia.