Recuperando la bendición de Dios

Empezaremos esta reseña preguntándole a usted, estimado lector ¿Cuál es su mayor bendición? ¿Se trata de alguna persona u objeto? Como cristianos debemos reconocer al Señor Jesucristo como nuestra mayor bendición. En el contexto bíblico la palabra bendición viene de la raíz hebrea beraka, que se interpreta como bendición del Señor entregada a las personas para mejorar sus vidas. Jesús es la encarnación de esta definición.

Con lo dicho anteriormente podemos afirmar que la presencia de Dios es la principal responsable de que en nuestras vidas existan bendiciones, produciendo que nuestros planes se cumplan y los objetivos trazados se logren. Eso es lo que la Biblia nos muestra cuando la presencia de Dios llevó al éxito a figuras como José (Génesis 39:3) o Nehemías (Nehemías 2:8).

¿Usted cuenta con la bendición de Dios?

Si su respuesta es positiva, eso quiere decir que seguramente cuenta con la presencia del Señor en su vida; trayendo con esto el éxito y la prosperidad de la vida. Pero ¿qué pasa si su respuesta a esta pregunta es negativa?  Si esto es así, el diagnóstico es que algo debe andar mal en su relación con Dios.

La llegada de Jesucristo a la tierra significó que las relaciones entre Dios y el género humano se hicieron más simples. Desde entonces basta con dirigir la mirada a Dios, para que él conforme a su voluntad, se encargue de cambiar nuestras vidas para bien. Es precisamente este sencillo paso lo que muchas personas olvidan cuando buscan una bendición, y así se cae en el error de dirigir la mirada hacía otras personas o incluso de objetos en la búsqueda de la bendición.

El caso del paralitico de Betesda es un ejemplo de lo entorpecedor que resulta para la obra del Señor, que un individuo le apueste a personas u objetos ajenos a Dios para lograr sus objetivos. El comienzo del capítulo 5 del evangelio de Juan nos muestra que el paralitico depositó todas sus esperanzas en un estanque para poder caminar, hasta que finalmente su encuentro con Jesús se tradujo en una bendición verdadera, volver a caminar.

El anterior caso es un llamado de atención a la iglesia cristiana contemporánea para que redirija su mirada a Dios. Algunos creyentes sin darse cuenta han desviado su atención hacía otras personas u objetos que prometen toda clase de beneficios, dando lugar a que las supersticiones ocupen el lugar de Cristo en sus vidas. Jesucristo no quiere que tengamos las frustraciones producidas por tener fe hacía los seres humanos u objetos. Él quiere que confiemos en su poder para transformar nuestra existencia, sabiendo que él es la clave para lograr una bendición, tal cual como lo afirma en Mateo 11:27.

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